36 noviembres para 37
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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
amarillo...
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Posted by : Unknown
domingo, 10 de noviembre de 2013
Si no unánime, lo más cercano a eso ha sido el rechazo desde la blogosfera cubana al anuncio del Consejo de Ministros del fin de la ilegalidad tolerada de los cines en tres dimensiones (3D) hasta ahora existentes dentro del país.
Una arista interesante del asunto es que la medida se anunció menos de una semana después de un extenso reportaje en la prensa nacional sobre una actividad que había crecido dentro del cuentapropismo como un secreto a voces. No obstante sería superficialísimo considerar que Juventud Rebelde provocó tamaña reacción con su investigación.
La Nota Oficial se limitó a expresar lacónicamente la autoridad del Estado sobre el otorgamiento de las licencias sobre el trabajo por cuenta propia. Sin embargo el anuncio dejó entrever algunos mensajes más o menos implícitos y que de haber sido más claros tal vez hubieran atenuado el pésimo efecto que la susodicha media ha tenido dentro de la opinión pública.
En primer lugar la sorpresa por la manifiesta prohibición de los cines 3D partía, creo, de la suposición de que con estos ocurriría como con otras actividades ejercidas de manera ilegal pero tolerada por el sector privado y que llegado un momento fueron legalizadas. Sin embargo ahora sabemos que la extensión de este tipo de opción de entretenimiento, incluso más allá de la capital del país, no era ninguna garantía de que el Estado las aceptaría como lícitas.
Así el Gobierno Revolucionario da a entender que no tiene la intensión de perder el control del ritmo de desarrollo del sector privado dentro de la economía doméstica. Ahora bien si esta lección sale más o menos a flote en lo relacionado con la venta de ropa importada, no ocurre lo mismo con el tema de los cines 3 D.
Especialmente porque si bien el Estado manifiesta su determinación de no ceder protagonismo en la exhibición pública de audiovisuales, esa postura queda en entredicho por las propias falencias de sus instituciones para ofrecer productos comunicativos de este tipo con una calidad superior o digamos que nieguen la banalidad de las industrias culturales foráneas.
De hecho quienes han apreciado las propuestas de estas salas cinematográficas y las estatales señalan demasiadas similitudes entre ambas.
Si el propósito de la medida era esclarecer que el marco de la ley es válido y se hará cumplir todo el tiempo. Mal que bien de eso deben haber tomado nota los cuentapropistas. Mas la controversia subsiguiente a la prohibición de los cines 3D prueba que cada paso de este tipo requiere de mucho más que una escueta Nota sobre todo cuando compete asuntos más complejos como la influencia de los productos audiovisuales en los públicos y de estos en su relación con el Estado y el sector privado.
Una arista interesante del asunto es que la medida se anunció menos de una semana después de un extenso reportaje en la prensa nacional sobre una actividad que había crecido dentro del cuentapropismo como un secreto a voces. No obstante sería superficialísimo considerar que Juventud Rebelde provocó tamaña reacción con su investigación.
La Nota Oficial se limitó a expresar lacónicamente la autoridad del Estado sobre el otorgamiento de las licencias sobre el trabajo por cuenta propia. Sin embargo el anuncio dejó entrever algunos mensajes más o menos implícitos y que de haber sido más claros tal vez hubieran atenuado el pésimo efecto que la susodicha media ha tenido dentro de la opinión pública.
En primer lugar la sorpresa por la manifiesta prohibición de los cines 3D partía, creo, de la suposición de que con estos ocurriría como con otras actividades ejercidas de manera ilegal pero tolerada por el sector privado y que llegado un momento fueron legalizadas. Sin embargo ahora sabemos que la extensión de este tipo de opción de entretenimiento, incluso más allá de la capital del país, no era ninguna garantía de que el Estado las aceptaría como lícitas.
Así el Gobierno Revolucionario da a entender que no tiene la intensión de perder el control del ritmo de desarrollo del sector privado dentro de la economía doméstica. Ahora bien si esta lección sale más o menos a flote en lo relacionado con la venta de ropa importada, no ocurre lo mismo con el tema de los cines 3 D.
Especialmente porque si bien el Estado manifiesta su determinación de no ceder protagonismo en la exhibición pública de audiovisuales, esa postura queda en entredicho por las propias falencias de sus instituciones para ofrecer productos comunicativos de este tipo con una calidad superior o digamos que nieguen la banalidad de las industrias culturales foráneas.
De hecho quienes han apreciado las propuestas de estas salas cinematográficas y las estatales señalan demasiadas similitudes entre ambas.
Si el propósito de la medida era esclarecer que el marco de la ley es válido y se hará cumplir todo el tiempo. Mal que bien de eso deben haber tomado nota los cuentapropistas. Mas la controversia subsiguiente a la prohibición de los cines 3D prueba que cada paso de este tipo requiere de mucho más que una escueta Nota sobre todo cuando compete asuntos más complejos como la influencia de los productos audiovisuales en los públicos y de estos en su relación con el Estado y el sector privado.
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