36 noviembres para 37
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Noviembre no siempre huele a lluvia, a hojas caídas, a viento que desordena
las ropas y las manda a volar muy lejos. Noviembre, mes de los rojos y
amarillo...
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- Una particular señal: la señora DeLaurentis
Posted by : Unknown
martes, 19 de julio de 2016
En abril vi un cortometraje sueco a pocos metros de Jennifer
Lee DeLaurentis, la esposa del encargado de negocios de Estados Unidos en Cuba.
Discretamente ella acompañaba a su amiga, la embajadora de Suecia en Cuba, en
las presentaciones en los cines del oriente del país de una
muestra de cine nórdico . Ya esa anécdota sería suficiente
para notar que no estamos en el mismo sitio de hace un año cuando se izó labandera cubana en la reabierta embajada antillana en Washington. También es
claro que el enfrentamiento binacional ha adquirido expresiones diferentes para
los que no siempre estamos lo suficientemente preparados.
Nunca como antes se ha visto una intensión tan manifiesta
desde una parte de la clase política estadounidense de dar un giro a su modo de
tratar con Cuba. También son inéditas las proporciones de la división en ambas
cámaras del Congreso sobre el tema Cuba. Al punto que avanzaran bastante varias
enmiendas para eliminar la vigente prohibición de los viajes turísticos a la
mayor de Las Antillas. Para los representantes de la extrema derecha vinculados
a la industria del mal, como la definiera Francisco González Aruca, debe haber
sido bastante incómodo verse por primera vez en desventaja, sobre todo en el
Senado, en su tradicional postura de aislar a La Habana.
Un año después del establecimiento de ambas sedes
diplomáticas tenemos un notable sector empresarial e institucional que en
EE.UU. cabildea por ampliar los nexos con Cuba lo cual no significa necesariamente
que simpaticen con el sistema político de la Perla de las Antillas. Los
aglutina el pragmatismo de comprender
que es posible hacer negocios mutuamente
ventajosos.
El Capitolio esta siendo escenario de inocultables debates
que sobrepasan la esquemática división partidaria de
demócratas-pro-relaciones-con-Cuba y republicanos-partidarios-de-la-línea-dura.
De hecho esta misma semana el diario especializado en noticias congresionales The Hill advertía que la oposición
republicana a levantar las restricciones de viajes a Cuba, como parte del
bloqueo de Washington a la Isla, han comenzado a erosionarse en el Congreso.
En el apartado de los avances igualmente se suman los
contactos periódicos sobre asuntos de interés común que incluso han rendido sus
frutos, tales como el venidero reinicio de los vuelos regulares, los enlaces
por correo postal directo y las telecomunicaciones. Otros contactos y acuerdos
ha concertado acciones en la lucha contra el narcotráfico, la atención médica y
la protección conjunta del medio ambiente; sin olvidar las negociaciones para
delimitar las respectivas zonas económicas en el Golfo de México.
El proceso de normalización se ventila paralelamente en
varios niveles pues ambas partes han convenido que las cuestiones de fondo
donde las discrepancias son más profundas, no necesariamente deben impedir el
avance en otros asuntos menos conflictivos y potencialmente beneficiosos para
una y otra parte.
Esta no es tampoco una práctica nueva cada vez que Cuba y
Estados Unidos se han sentado a conversar a lo largo de los últimos 50 años. Lo
verdaderamente novedoso es cuánto se ha logrado progresar, gracias a que
Washington comprendió, al fin, que sus intentos de condicionar cada paso a
cambios en la política exterior o interior de la Revolución Cubana solo conducían
al fracaso.
Sin embargo esta práctica encierra determinados peligros,
sobre todo para Cuba: que lleguen a empolvarse en el olvido las cuestiones
verdaderamente influyentes en su dinámica interna como lo son el conjunto de
leyes y disposiciones complementarias que soportan el bloqueo y la Ley de
Ajuste Cubano, cuya permanencia sigue estimulando la emigración ilegal y de
paso le está creando problemas con sus aliados en la región. Las crisis que
tuvieron lugar en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica y la vista
recientemente en Ecuador son las mejores pruebas de eso.
Algunas de las acciones del Ejecutivo norteamericano, antes,
durante y después de su visita a La Habana en marzo pasado también corroboran
que Washington parece inclinado a continuar priorizando la retórica de manera
que su imagen “constructiva” se vaya estableciendo cada vez en la opinión
pública, mientras al gobierno cubano se le asigna el rol “conservador” y
supuestamente concentrado en anteponer condiciones. Aceptar como cierta esa falacia
sería olvidar que estamos ante una relación asimétrica donde comparativamente
Cuba se juega mucho más que EE.UU.
Sin dudas la estancia de Obama en la capital cubana fue el
suceso más memorable que siguió a la reinstauración de las embajadas en ambas
capitales. Ríos de tinta corrieron de diverso signo político para asir a su
braza el sartén de la visita del presidente estadounidense.
Tras la apertura de las sedes diplomáticas es más cierto quelos acontecimientos a lo interno de Cuba siguen siendo los más importantes pues la
política norteamericana es lo suficientemente veleidosa e impredecible que es
cuanto menos infantil creer que desde allá vendrán las soluciones. Por eso no
olvido la advertencia del amigo Andrés Gómez: ahora más que nuca el estilo fidelista
de explicar cada paso, por duro o controversial que sea, es necesario para
reconstruir los consensos sociales que soportan la sobrevivencia a futuro del
socialismo cubano.
La comunicación y por extensión la cultura continúa ganando
protagonismo entre los espacios en los cuales confluyen y a menudo chocan ambos
proyectos nacionales. Esa realidad no debe conducirnos al inmovilismo o peor: a
la perniciosa y recurrente práctica del “control de daños” o a los esquematismo
en los entornos mediáticos que lo único que logran es dejar al descubierto, y
acentuar, las falencias de una Revolución con las raíces históricas suficientes
para salir airosa.
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