Posted by : Unknown viernes, 15 de abril de 2011

Mi primer recuerdo de un Congreso del Partido data de 1991. En mis escasos 10 años solo alcancé a intuir que algo grave estaba por comenzar a ocurrir en el país porque sí retengo con nitidez dos hechos precedentes: el anuncio de que los hasta entonces muy leídos Sptunik no entrarían más y las noticias de la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética.
El primer suceso me dejó claro que no todo lo que vendría de la Unión Soviética no era necesariamente bueno; y el segundo, que tendría que trazar nuevas fronteras en los mapas políticos de mi Altas, el cual por cierto,  para pesar mío extravié luego.

Conservo además la imagen de Fidel, muy serio, enumerando las decenas de materias primas que debían haber llegado aquel año desde la URSS y tras cada una agregaba: cero. Aquel IV Congreso del Partido marcó un antes y un después. Celebrado en un recién abierto Teatro Heredia de Santiago de Cuba un edificio que se me antojó luego en símbolo de un esplendor económico interno que tocaba a su fin.
Tampoco se me olvidará el espíritu de unidad que primó en aquel cónclave y lo digo no porque en mi niñez fuera a analizar un Informe Central ni mucho menos, sino porque aún tengo presente la consiga reiterada en aquellos días: “Salvar la patria, la Revolución y las Conquistas del Socialismo”.
Lo que vino después es historia conocida, solo agregaré que  conseguimos el objetivo esencial trazado entonces: conservar los servicios sociales básicos universales y gratuitos, logrando además un mínimo de consenso social que impidiera la implosión del país.  
El V Congreso me agarró en la compleja vida del preuniversitario, en las tareas cotidianas de los estudios  y, por supuesto, leyendo los documentos rectores que entonces también se hicieron circular. De esos días conservo también la sensación el llamado a la unidad, aunque esta vez con la adición de la reflexión sobre la urgencia de hacer conjurar Socialismo con Eficiencia económica.
Tras 14 años, el país es consciente de que muchas de las exhortaciones  hechas, sobre todo en el V Congreso, se quedaron en el papel. Y ojo no estoy diciendo nada que no haya reconocido el propio General de Ejército Raúl Castro. Quizás porque entonces no se comprendió con suficiente cabalidad la profundidad de los cambios que requería el modelo económico cubano para atemperarse a la época actual.
Probablemente porque no se entendió que dentro del esquema rígido de una economía excesivamente centralizada era imposible lograr niveles de rentabilidad suficientes para sacar adelante al país.
Llegando a este punto se impone una pregunta: ¿Qué nos espera este VI Congreso del Partido?
Esta vez los temas económicos serán el único punto en la agenda. Una señal clara de el momento crucial que vivimos, en el cual parecer no haber segundas oportunidades.
El hecho de que se haya sometido a consideración popular los lineamientos a discutir despejó el camino. De manera que ya más o menos tenemos una idea que por dónde vendrán los debates en el Palacio de Convenciones.
El PCC sigue siendo un factor unitario dentro de la sociedad cubana y conserva la credibilidad suficiente como para asumir el reto que se le coloca delante. Por eso esta oportunidad quizás sea definitoria para el destino mismo de la Revolución. Cometido esencial de establecer las pautas que guiarán la senda económica de la nación.
Todo esto ocurre en medio de una aguda lucha ideológica. Que tal vez no se exprese en las calles pero que sí discurre en los debates cotidianos; los realizados alrededor de los Lineamientos  fueron solo una muestra de lo mucho que preocupa y ocupa a la mayoría de los cubanos cuál va a ser el destino del país.
Mientras, la contrarrevolución hace todo lo posible por ganar todos los espacios que el discurso oficial no sea capaz de cubrir. De hecho, las principales figuras de los asalariados del Imperio tratan de capitalizar el momento del Congreso para  sumar puntos, no solo frente a quienes los financian sino también hacia lo interno.
El Gobierno Revolucionario ha optado, creo que con acierto, por enfrentarlos en su punto más débil: su orfandad de argumentos que refleja su intrínseca dependencia de los Washington y características que los condena al descrédito constante frente al cubano medio.
Así las cosas este VI Congreso se pinta solo para robustecer los lazos de la Revolución y su vanguardia partidista con todo el pueblo. Abonando el camino para curar las heridas de esta batalla de 50 años que no por victoriosa ha dejado de ser dura. De ello, tal vez, dependa el rumbo que tomará este Archipiélago del Caribe en los años por venir. 

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